viernes, 24 de abril de 2009
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Y es ahora cuando regresan las palabras: 11:44 pm... El cerebro está presto para la discreción y la seriedad de los ligamentos y la patología; los hallazgos son claros, y la mente clarividente. La noche no es musa, el amor tampoco... Las musas han decidido descansar de tanto descalabro mediático, y prefieren ocultarse en la seguridad de las avalanchas de gente. Y la música de nuevo trasladándose entre uno y otro giro, devorando los pocos intervalos de silencio que le quedan al tiempo, y trasponiéndose a la oscuridad como luciérnagas que nunca duermen, pues siempre encuentran quehaceres en las sombras resultantes de los intentos fallidos de la luz por alcanzar la omnipresencia... Es tan sencillo como la armonía misma del ahora y el entonces, el había una vez, y el quizás después... La agenda está repleta de tareas insignificantes que se olvidarán más temprano que tarde, y cuyas repercusiones desconocemos por carecer de la habilidad psíquica de las probabilidades... Mañana hay que estudiar, así como pasado mañana, y luego escapar de las multitudes que esperan impacientes el momento preciso para transformarse en obstáculos. Mañana hay que trabajar, porque la globalización, o porque el sistema, o porque si, o porque no, o porque no hay poesía que pueda ofrecerse a cambio de tranquilidad, o porque no hay dolor que pueda aliviarse por sí solo. Se perdieron de nuevo... Ojalá no existas, lector.
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