miércoles, 2 de mayo de 2012

A propósito de la última columna de Carolina Sanín en El Espectador (http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-317211-ultima-columna), yo también odio  el lugar en el que nací. Despertar todas las mañanas después de sueños o pesadillas atemporales, desorientadas también en espacio, me resulta un trauma continuo y creciente, en el que cae sobre mi cara como nitrógeno líquido, la certeza de que el pensamiento está en coma (siendo muy optimista), y que, - mientras me doy cuenta de lo racional que resulta esta analogía - para que recobre su autonomía, para que aprenda a controlar sus signos vitales y decida al fin salir de su letargo, de su conexión irrevocable a aparatos externos y recovecos mecánicos, se necesita quizá más que un milagro, porque no han podido las crisis, porque no han podido las injusticias... Porque esta ciudad está absolutamente anestesiada, queriendo ser mayor sin siquiera llegar a nacer... Porque nacer implica adquirir una posición de individuo, y esa posición la han rentado antes siquiera de manifestarse.... Un día normal en Medellín? Se me ha empobrecido la conciencia, y sumándole algunas excusas personales, me doy cuenta de lo mucho que odio las rutinas de esta ciudad que mal diría yo si mencionara que anda "enloquecida" por algo... qué se yo, la moda, o las compras, o las drogas... Pero la locura como término poético, como pasión ineludible, como extremo metafórico, es algo que no merece acuñarse a la mediocridad de las masas que simplemente se dejan llevar por emociones tan inmaduras como esa eyaculación precoz que es la sociedad "paisa". Centros comerciales, en los que la moda se empobrece al omitirse la creación, y de nuevo demostrar que la "igualdad" es una palabra que bien podemos reutilizar cuando se trata de castrar identidades, pero que se puede obviar cuando se estimula la falacia neonazi de los "colombianos de bien", que ven RCN, no faltan a la sacra bendición cuando pasan por una iglesia, se persignan con propósitos sectarios al pensar en el sexo como expresión humana, pero ennoblecen la normalidad de la promiscuidad irresposable entre bastidores; Convulsionan entre padrenuestros al ver a una pareja de homosexuales que comparten el amor, pero pasan de largo ante los abusos de figuras de "autoridad" para con los niños; Organizan marchas, movilización de influencias y demás estratagemas cobardes para evitar que una mujer amamante a un bebé en público, pero babean enloquecidos cuando pasa un personaje de la farsándula criolla exponiendo carne a la venta, porque si una prostituta de una zona de tolerancia vende su cuerpo es porque quiere, porque es una puta que merece lo que tiene, entonces una modelo de tangas que sale en Cosmovisión es la Lou Salomé de nuestros tiempos. Estoy cansada de los límites que se tejen en cada esquina... Del olor a plástico chamuscado del parque lleras, al olor a marihuana del parque del periodista y del Carlos E, de la insistencia del Museo de Antioquia en alardear de Botero y sus malditas gordas, cuyo arte considero sobrevalorado, y de que el MAM no se canse de manosear a la pobre Débora, ya repasada, pero aún poco conocida. Estoy harta de la cerveza de segunda mano, de no poder salir por temor al robo, o que para el ladrón no sea suficiente lo poco que tengo, y decida acabar con la posibilidad futura de huir de esta ciudad, y termine mis días añorando salir de esta cárcel.... Quisiera irme, porque si bien ahora solo me ata una posibilidad, no hay nada que me pueda ofrecer esta ciudad que me amarra con sus quefueques.